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¡Y se hizo la luz!...
y nada,
no había nada,
sólo luz.
El estruendo había desaparecido,
la claridad me embriagaba.
Estaba dentro de toda esa luz cuando
una gaviota asaltó mi estado cataléptico
volvió el murmullo de una ciudad despertando,
el runrun y el soplo del viento.
Volvió a mí la ruta a seguir, el camino pretrazado,
la rutina que está a punto de acabarse, el final
y el principio del abismo por investigar.
Me puse el casco de espeleólogo
y me adentré en un nuevo tunel:
el mío.
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MODE: bibliotecando
ESCUCHANDO: los murmullos de mis compañeros
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